Abrirse a nuevas realidades, supone, en mi sentir, admitir posibles alternativas a lo que pienso, a lo que siento y a lo que hago.
Lo podría explicar como estar dispuesta a experimentar la vida de una forma expectante y relajada a la vez; creativa, abierta y receptiva.
Abrirse a nuevas formas de experimentar la vida
Recuerdo que cuando elegí dar el paso hacia el crecimimiento personal, lo dí motivada por el aburrimiento, más que por el sufrimiento, aunque, posiblemente fue la mezcla de las dos cosas.
Me di cuenta de que pasaba mis días con los mismos o muy parecidos pensamientos y con las mismas o muy parecidas emociones; incluso con los mismos o muy parecidos actos. Un día tras otro; semana tras semana; mes tras mes….
Algo se plantó en mi interior y me dijo: «ya me he cansado de esto» «ya no me gusta vivir así»; puede que fuera una crisis existencial, en ese momento no le puse etiqueta, pero la sensación no fue muy agradable, porque sentí que mi vida ya no me gustaba, sentí que me desapegaba de la vida y eso me hacía sentirme vacía y triste.
Mis rayos X
Gracias a Dios, mi capacidad de pasarle los rayos X a todo, me hizo empezar a indagar qué estaba ocurriendo en mi interior; algo me hacía sentir que esas sensaciones molestas, me estaban sacando, precisamente, de esa zona que me aburría y que me generaba sufrimiento.
Una voz dentro de mí me dijo que esos pensamientos, emociones y actos monótonos no eran Yo. Y me la creí. Me resonó totalmente y decidí investigar, buscar, leer, salir del lugar interno dónde estaba. No le eché la culpa a nada ni a nadie. No quería cambiar nada externo. No quería cambiar a nadie. Quería cambiar yo, darme la vuelta, desempolvarme y brillar en mi autenticidad.
Fue una revelación. La voz que crecía dentro de mi y me decía «eso no eres tú» despertó mi parte dormida, aletargada.
Mi parte dormida estaba desperezándose al inicio de esa crisis; empujaba a la parte sombría, monótona y sin color, que funcionaba en piloto automático, con patrones limitantes y rígidos, que imposibilitaban la manifestación de mi parte flexible, abierta, creativa, expansiva y conectada a todo lo que posiblemente existe.
¡Voy a probar!
Recuerdo que venía a mi mente una y otra vez, la visión arquetípica de estar en una celda, con la puerta abierta de par en par. Mi cuerpo, mi mente, la vida, me estaban dando un montón de mensajes, como siempre lo habían estado haciendo, pero en ese momento decidí atenderlos.
Recuerdo perfectamente como se fueron presentando en mi camino, personas, libros, terapias, cursos, talleres, totalmente novedosos, respecto a todo lo que yo conocía; y recuerdo como si fuera ahora, la sensación con la que los recibí en mi vida; era como una niña pequeña curiosa, con ganas de descubrir, no sabía el qué.
No me cerré a ninguna propuesta, a ninguna indicación de las que recibí; todavía no sé cómo, ni por qué, pero confié en lo que me presentaba la vida. Es verdad que fui a algún taller y curso que no me resonaron del todo, pero, cuanto más abierta estaba y más confiaba en lo que pudiera venir a mí, más armonizaba con mis necesidades; incluso, en esos casos en que las experiencias fueron menos plenas, la disfruté igualmente, discerniendo mi propio camino.
Nadie me convenció de hacer o no hacer algo; de ir a una terapia o a otra; fue mi sentir interno el que me lo recomendaba. Esos primeros pasos hacia la escucha de mi misma, me llevaron a una nueva forma de experimentar la vida; es decir; el mismo proceso y los resultados que iba obteniendo, fueron sumando para mi evolución.
Los «¡no!» se transformaron en «¿por qué no?»
Desarrollé la conciencia de estar abierta a lo desconocido o a lo que no se ajustaba a mis estructuras mentales …los «no» se transformaron en «por qué no».
Y no sólo respecto a nuevos pensamientos, filosofías, terapias; me dí cuenta, por ejemplo, que un comentario o reflexión de cualquiera de mis hijos, me aportaba información útil para mi crecimiento y para mi nueva visión. Eso antes era imposible aceptarlo; en mí estaba afincada la idea de que, por «norma», los padres siempre sabemos más que los hijos, y ante una aportación de ellos, normalmente estamos a la defensiva para rectificarles, aunque sea en parte, su visión. ¡Sólo por norma!
Esto, hace mucho tiempo, ya no lo experimento así; al contrario; los escucho siempre con el corazón atento, sabiendo que en cualquier momento puedo recibir alguna información valiosa, sobre todo a modo de visión distinta a la mía, más abierta a posibilidades nuevas. A día de hoy, tengo en cuenta su parecer en distintas situaciones y experiencias. Es un aporte recíproco.
Escuchando se aprenden muchas cosas
Descubrí también, que escuchar a personas con opiniones distintas a las mías y con maneras de hacer y de pensar diferentes, me producía cierto bienestar; experimenté que ya no me mantenía a la defensiva; ya no necesitaba defender mis ideas ni argumentar nada, a la vez que mi visión la sentía cada vez más expandida.
Qué reconfortante es sentirse abierta y no tener que luchar para convencer de nada a nadie, ni tener la necesidad de defender ninguna postura. Van calando sensaciónes de libertad interna, (que repercuten en lo externo) y de certeza y confianza en las propias decisiones y en la vida. Todo ello se traduce en una sensación continuada de paz.
Eso no quiere decir que los desafíos no se vayan a presentar, que se presentan, pero sí se atraviesan de una manera más armónica, sin lucha y con guía interna.
Si sientes que abrirse a nuevas realidades puede ayudarte a experimentar tu autoconocimiento y tu poder interno, anímate a participar en mis sesiones semanales on-line de autocuración; también puedes participar en mis cursos y talleres o concertar cita para una sesión personalizada conmigo.
Atrévete a ser feliz